miércoles, 30 de septiembre de 2009

Las páginas del tiempo - Eduardo Galeano

Para cuándo, preguntaba ella, para cuándo.

Una vez por semana, Miguel Migliónico pasaba por allí.

La encontraba siempre en el zaguán, clavada a su sillón de mimbre, de cara a la calle, y doña Elvirita lo acosaba a preguntas sobre el embarazo de su mujer:

-¿Para cuándo?

Y Miguel repetía: para junio.

Blanca ropa, pelo blanco, siempre muy compuesta y peinada, doña Elvirita irradiaba paz, señorío del tiempo, y daba consejos.

-Tóquele la panza, que trae suerte.

-Que tome cerveza negra, o malta, para que dé buena leche.

-Hágale los gustos, todos los antojos, que si la mujer traga las ganas, sale la cría manchada.

Cada viernes, doña Elvirita esperaba la llegada de Miguel. La piel, que le envolvía el cuerpo como un humo rosado, traslucía el ramaje de las venitas alborotadas por la curiosidad:

-Y la barriga, ¿la tiene en punta? Entonces, no falla: será varón.

Soplaban fríos los vientos del sur, el otoño se estaba yendo de las calles de Montevideo.

-Ya falta poco,¿ no?

Una tarde, Miguel pasó muy apurado:

-Dice el médico que es cuestión de horas. Hoy, mañana.

Doña Elvirita abrió grandes los ojos:

-¿Ya?

El viernes siguiente, el sillón de mimbre estaba vacío. Doña Elvirita había muerto el 17 de junio de 1980, mientras en la casa de los Migliónico nacía un niño que se llamó Martín.

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miércoles, 30 de septiembre de 2009

Las páginas del tiempo - Eduardo Galeano

Para cuándo, preguntaba ella, para cuándo.

Una vez por semana, Miguel Migliónico pasaba por allí.

La encontraba siempre en el zaguán, clavada a su sillón de mimbre, de cara a la calle, y doña Elvirita lo acosaba a preguntas sobre el embarazo de su mujer:

-¿Para cuándo?

Y Miguel repetía: para junio.

Blanca ropa, pelo blanco, siempre muy compuesta y peinada, doña Elvirita irradiaba paz, señorío del tiempo, y daba consejos.

-Tóquele la panza, que trae suerte.

-Que tome cerveza negra, o malta, para que dé buena leche.

-Hágale los gustos, todos los antojos, que si la mujer traga las ganas, sale la cría manchada.

Cada viernes, doña Elvirita esperaba la llegada de Miguel. La piel, que le envolvía el cuerpo como un humo rosado, traslucía el ramaje de las venitas alborotadas por la curiosidad:

-Y la barriga, ¿la tiene en punta? Entonces, no falla: será varón.

Soplaban fríos los vientos del sur, el otoño se estaba yendo de las calles de Montevideo.

-Ya falta poco,¿ no?

Una tarde, Miguel pasó muy apurado:

-Dice el médico que es cuestión de horas. Hoy, mañana.

Doña Elvirita abrió grandes los ojos:

-¿Ya?

El viernes siguiente, el sillón de mimbre estaba vacío. Doña Elvirita había muerto el 17 de junio de 1980, mientras en la casa de los Migliónico nacía un niño que se llamó Martín.

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