
Volar.
Sentir el viento en la cara.
Dejar todo el peso que llevo en la espalda.
Olvidarlo.
Cerrar los ojos. Elevarme.
Soltar la mente y los sentidos.
Dejar el cuerpo. Sentir.
Disparar los sentimientos.
Proyectar los pensamientos.
Sin dirección.
Doctor, nadie puede decir nada sin que yo lo convierte en una de sus creaciones.
Todos me ven en ellos, son mis mejores consejeros, siempre los llevo en mi billetera.
Doctor, mi mascota se llama Paul!
Los relaciono con todo? Y si estan en todas partes!
Si, Doctor, hablo ingles... y uso anillos.
Son mi hobbie. (Pero nisiqiera son una actividad)
Tengo lentes de sol como esos... y me compre una guitarra.
Duermo escuchando esa "cancion"
No, no como carne.
Festejo sus cumpleaños y estoy de luto 2 días a fin de año.
Me puse uno de sus trajes en la noche de la nostalgia.
No tengo tocadiscos, igual me gusta tenerlos!
Los veo en la cara de varios.
Eh? Qué tiene de malo el flequillito?
Es muy grave?... Muchas gracias, Doctor.
Ah, no! No toco en una banda tributo... aunque no voy a dejar de ir a verla...
Eh? Que vuelva la semana que viene a la misma hora? Para qué?
Aaaah, un psicologo... claaro.
Para cuándo, preguntaba ella, para cuándo.
Una vez por semana, Miguel Migliónico pasaba por allí.
La encontraba siempre en el zaguán, clavada a su sillón de mimbre, de cara a la calle, y doña Elvirita lo acosaba a preguntas sobre el embarazo de su mujer:
-¿Para cuándo?
Y Miguel repetía: para junio.
Blanca ropa, pelo blanco, siempre muy compuesta y peinada, doña Elvirita irradiaba paz, señorío del tiempo, y daba consejos.
-Tóquele la panza, que trae suerte.
-Que tome cerveza negra, o malta, para que dé buena leche.
-Hágale los gustos, todos los antojos, que si la mujer traga las ganas, sale la cría manchada.
Cada viernes, doña Elvirita esperaba la llegada de Miguel. La piel, que le envolvía el cuerpo como un humo rosado, traslucía el ramaje de las venitas alborotadas por la curiosidad:
-Y la barriga, ¿la tiene en punta? Entonces, no falla: será varón.
Soplaban fríos los vientos del sur, el otoño se estaba yendo de las calles de Montevideo.
-Ya falta poco,¿ no?
Una tarde, Miguel pasó muy apurado:
-Dice el médico que es cuestión de horas. Hoy, mañana.
Doña Elvirita abrió grandes los ojos:
-¿Ya?
El viernes siguiente, el sillón de mimbre estaba vacío. Doña Elvirita había muerto el 17 de junio de 1980, mientras en la casa de los Migliónico nacía un niño que se llamó Martín.
Doctor, nadie puede decir nada sin que yo lo convierte en una de sus creaciones.
Todos me ven en ellos, son mis mejores consejeros, siempre los llevo en mi billetera.
Doctor, mi mascota se llama Paul!
Los relaciono con todo? Y si estan en todas partes!
Si, Doctor, hablo ingles... y uso anillos.
Son mi hobbie. (Pero nisiqiera son una actividad)
Tengo lentes de sol como esos... y me compre una guitarra.
Duermo escuchando esa "cancion"
No, no como carne.
Festejo sus cumpleaños y estoy de luto 2 días a fin de año.
Me puse uno de sus trajes en la noche de la nostalgia.
No tengo tocadiscos, igual me gusta tenerlos!
Los veo en la cara de varios.
Eh? Qué tiene de malo el flequillito?
Es muy grave?... Muchas gracias, Doctor.
Ah, no! No toco en una banda tributo... aunque no voy a dejar de ir a verla...
Eh? Que vuelva la semana que viene a la misma hora? Para qué?
Aaaah, un psicologo... claaro.
Para cuándo, preguntaba ella, para cuándo.
Una vez por semana, Miguel Migliónico pasaba por allí.
La encontraba siempre en el zaguán, clavada a su sillón de mimbre, de cara a la calle, y doña Elvirita lo acosaba a preguntas sobre el embarazo de su mujer:
-¿Para cuándo?
Y Miguel repetía: para junio.
Blanca ropa, pelo blanco, siempre muy compuesta y peinada, doña Elvirita irradiaba paz, señorío del tiempo, y daba consejos.
-Tóquele la panza, que trae suerte.
-Que tome cerveza negra, o malta, para que dé buena leche.
-Hágale los gustos, todos los antojos, que si la mujer traga las ganas, sale la cría manchada.
Cada viernes, doña Elvirita esperaba la llegada de Miguel. La piel, que le envolvía el cuerpo como un humo rosado, traslucía el ramaje de las venitas alborotadas por la curiosidad:
-Y la barriga, ¿la tiene en punta? Entonces, no falla: será varón.
Soplaban fríos los vientos del sur, el otoño se estaba yendo de las calles de Montevideo.
-Ya falta poco,¿ no?
Una tarde, Miguel pasó muy apurado:
-Dice el médico que es cuestión de horas. Hoy, mañana.
Doña Elvirita abrió grandes los ojos:
-¿Ya?
El viernes siguiente, el sillón de mimbre estaba vacío. Doña Elvirita había muerto el 17 de junio de 1980, mientras en la casa de los Migliónico nacía un niño que se llamó Martín.